Chirpa

Chirpa vivía con un señor mayor para el que era su amiga más fiel, dormía la siesta en su regazo y daban paseos despacito hasta el parque. Se querían mucho, pero un día su dueño murió y la perra quedó al cuidado de un hijo, que parece que no le gustaban mucho los perros o al menos no la cuidaba adecuadamente, apenas darle de comer.

Chirpa se perdía porque dejaban la puerta abierta y la recogimos varias veces, pero como tenía chip el hombre venía a recogerla. Cada vez estaba más deteriorada, tenía el pelo tan largo y enredado que apenas se distinguía la cabeza del rabo y la última vez que la recogimos, nuestra abogada le presionó para que nos la cediera bajo amenaza de denunciarle por maltrato y descuido. Firmó la cesión y pagó los gastos.

Tras dos horas de peluquería pudimos ver lo bonita que era, una abuelita dulce que esperamos pronto encontrarle una familia que la cuide como se merece.

Es negativa de leishmania y ehrlichia.