Beatriz Menchén es una joven de Getafe que el martes inició una huelga de hambre indefinida. Hoy lleva tres días sin ingerir alimentos. La desesperación y la indignación que sentimos muchos por el desamparo en el que viven los animales domésticos en este país la han llevado a tomar una decisión así: extremadamente valiente, responsable y coherente, pero también extremadamente dura, dolorosa y arriesgada. Porque una huelga de hambre es peligrosa. Pero a Beatriz Menchén no le importa poner su vida en peligro por quienes la han ayudado a sobrevivir. Es guapa, estilizada y amable, pero cuenta que durante largos años sufrió un terrible acoso escolar por tener un, presunto, defecto físico: dientes de conejo.
La empresa Vetmovil ha sustituido a protectoras de animales. Su criterio es el de recoger y matar
Tener dientes de conejo puede dotarte, como le pasa a Beatriz, de una deliciosa sonrisa, que en ella es permanente y contagiosa, pero ya sabemos que los niños son crueles, sobre todo si se les educa en la crueldad, como sucede en un país donde a los 14 años ya puedes practicar en una escuela de tauromaquia la tortura en una cría como tú, solo que de otra especie; un país donde los políticos dirimen sus diferencias mofándose del otro: «Pitufo» llama Esperanza Aguirre, que nos ha impuesto un BIC que fomenta tal clase de educación, a Pedro Castro, alcalde de Getafe y presidente de la FEMP; «Pedrisco» la llama él.
Así las cosas, solo los perros y los gatos de la familia fueron amigos incondicionales de Dientes de conejo. Amigos de Beatriz. Porque a los perros y a los gatos les importan otras cuestiones, mejores. Y después de conocer el desprecio más doloroso, Beatriz conoció el desgarro más profundo: su hermano murió con 18 años. Una vez más, el amor de sus perros y sus gatos la mantuvieron en pie. Dice que les debe la vida, que por eso comenzó a ayudarles. Cuando entró de voluntaria en la perrera se mataba al 98% de los animales que daban con sus huesos allí: el campo de exterminio de sus amigos.
Así que la coherencia empuja a Beatriz Menchén. La de quien lleva 14 años de experiencia en protección animal: 14 años oyendo lamentos desesperados, consolándolos; alzando en sus brazos los cuerpos atropellados, apaleados, quemados, pateados de criaturas inocentes que han ido a caer en manos malvadas e impunes; sosteniendo la mirada de ojos que imploran ayuda para volver a casa, ignorantes de que su familia los ha tirado a la calle; siendo testigo del empeño de perras famélicas por dar calor a sus camadas; apretando contra su pecho a los temblorosos; aliviando a los enfermos; acompañando a los que están solos; intentando rescatar de la oscuridad a los que han sucumbido al sufrimiento y a la depresión; asistiendo a los ancianos; dando el último abrazo a los moribundos.
Si los destinatarios de su cuidado, de su amor fueran humanos, Beatriz sería considerada una santa, pero como ella los ha extendido a perros y gatos, se ha encontrado con la indiferencia, la invisibilidad, la incomprensión. Todos los que ampliamos el círculo de consideración moral a los animales no humanos conocemos el sentido de esas palabras.
Como responsable del Centro de Protección Animal de Getafe ha pasado también 14 años jugando con cachorros, celebrando la mejoría de muchos que habían sido desahuciados, curando heridas, ayudando a parir, recomponiendo patas, poniendo gotas, rellenando comederos, retirando cacas; 14 años viviendo con renovada emoción cada vez que un perro o un gato ha salido, limpio, vacunado, expectante, formal, hacia el único destino que todos ellos ansían: un hogar.
Beatriz Menchén ha vivido así, aplicando una filosofía de sacrificio cero que defiende las vidas de quienes ni siquiera tienen voz propia para hacerlo, una filosofía que se niega a matar a seres sanos, llenos de vida, de cariño y de ganas de dar compañía y felicidad. Ha vivido así, fomentando la adopción. Y después de esos 14 años, el Ayuntamiento de Getafe se la quita de en medio para conceder la gestión del centro a una empresa, Vetmovil, que ya ha desbancado a otras protectoras en otros municipios (por ejemplo, a ANAA en Alcobendas), aunque acumula denuncias por no aplicar el más mínimo criterio proteccionista y limitarse a recoger y matar perros y gatos. Recoger y matar.
En Getafe, Vetmovil ya ha eliminado al 67% de los animales recogidos y, según Mati Cubillo, presidenta de FAPAM, ni siquiera dispone de núcleo zoológico ni se sabe adónde lleva a los animales que hace desaparecer. Parece claro que para algunos, el abandono y el maltrato son un negocio rentable, mientras que la alternativa proteccionista no puede, claro, competir con el exterminio.
Beatriz Menchén dice de sí misma que «es una insignificante persona», pero ha dado un paso que solo podría dar un gigante de corazón, alguien con una energía poderosa: la que otorgan la empatía y la bondad. Es un faro de luz en la oscuridad de nuestra sociedad insensible, de nuestros políticos inmorales, electoralistas. Para callarle la boca, Pedro Castro dice ahora que le cede la antigua perrera. No ha entendido nada: Beatriz no necesita sitio alguno, sino que en el centro de protección se apliquen criterios proteccionistas. El cerebro de un conejo lo entendería; el de un pitufo, no.